A finales de 2024, en Panamá seguramente se respiraba más tranquilo.
Nada más comenzar el nuevo año, el enclave ha cobrado una importancia geopolítica inusitada. Si bien el país ha subrayado que “su” Canal es un territorio neutral, las declaraciones de Donald Trump y los movimientos de China ponían el foco sobre un espacio y su encrucijada entre dos potencias globales. Es posible que no pase de la retórica, pero si finalmente Estados Unidos trata de “invadir” el territorio, la historia nos recuerda que ya hubo un evento similar con la música a toda pastilla.
Invasión a Panamá: bombas y rock. En diciembre de 1989, Estados Unidos lanzó la denominada como Operación Causa Justa, una invasión militar masiva en Panamá con el objetivo de derrocar al dictador Manuel Noriega. Con una demostración abrumadora de poderío bélico, Washington envió 26.000 soldados, bombardeó partes de la Ciudad de Panamá y finalmente sometió a Noriega mediante una táctica de guerra psicológica inédita.
Contexto: el amigo americano. Noriega había sido un aliado estratégico de Estados Unidos durante la Guerra Fría, sirviendo como informante de la CIA sobre narcotráfico y asuntos regionales. A pesar de sus vínculos con el crimen organizado, Washington lo toleró durante años debido a su utilidad en la lucha contra la influencia comunista en América Latina.
Sin embargo, a finales de los 80 todo cambió, y su creciente autonomía y la posibilidad de que estrechara lazos con la Unión Soviética comenzaron a preocupar a la Casa Blanca. Aunque Noriega estaba acusado de tráfico de drogas y fraude electoral, el asesinato de un soldado estadounidense por las Fuerzas de Defensa de Panamá fue el pretexto perfecto que desencadenó la invasión. La administración de George Bush decidió que era el momento de actuar, a pesar de la oposición de agencias como la CIA y la DEA, que aún veían en Noriega una fuente valiosa de inteligencia.
Operación Causa Justa. La invasión de Panamá fue un despliegue de fuerza desproporcionado. La defensa panameña contaba con apenas 3.000 soldados con armamento ligero, mientras que Estados Unidos desplegó aviones furtivos, helicópteros con artillería y miles de marines y tropas del ejército. La ofensiva estadounidense arrasó sectores enteros de la Ciudad de Panamá, con un saldo de cientos de muertos y escenas de cuerpos destrozados por las calles.
Cuentan los historiadores que la brutalidad de la invasión estuvo influenciada por la llamada Vietnam Syndrome, una doctrina que priorizaba el uso de fuerza abrumadora para evitar largas y costosas intervenciones como la de Vietnam. Para sellar la captura de Noriega, la Marina destruyó su yate y su jet privado, eliminando cualquier ruta de escape.
Y llegaron los decibelios. Tras la invasión estadounidense de Panamá, Noriega se refugió en la embajada del Vaticano en Ciudad de Panamá, negándose a rendirse a pesar de la presencia de tropas estadounidenses rodeando el edificio. Como el derecho internacional les impedía entrar en el edificio, el ejército de Estados Unidos implementó una estrategia de guerra psicológica sin precedentes para quebrar su resistencia: instalaron altavoces en vehículos militares y comenzaron a bombardear el área con una pared de sonido sin parar.
El repertorio, cuidadosamente seleccionado por la emisora militar Southern Command Network, incluía canciones con mensajes irónicos, como I Fought The Law de The Clash, Panama de Van Halen, All I Want Is You de U2 y If I Had A Rocket Launcher de Bruce Cockburn. Y por encima de todo, los clásicos de dos bandas: Guns N’ Roses (Welcome to the Jungle se escuchó docenas de veces) y The Doors.
Fue tal el sonido atronador que la Santa Sede protestó formalmente contra la táctica, lo que llevó a que la música fuera detenida tras tres días sin parar. Para entonces, Noriega (quien además era amante de la ópera) ya había sido sometido a una presión psicológica extrema. El 3 de enero de 1990, finalmente se entregó.
¿Tortura o táctica? Las fuerzas militares estadounidenses siempre han defendido la práctica, argumentando que la tortura musical es una técnica no letal que, al igual que la privación del sueño, no deja secuelas físicas permanentes. Sin embargo, ex detenidos han testificado lo contrario.
Contaba hace un tiempo a la BBC Binyam Mohamed, ex prisionero de Guantánamo, haber soportado 20 días de música a todo volumen, incluyendo The Real Slim Shady de Eminem y Forgot About Dre de Dr. Dre, provocando que varios detenidos perdieran la razón. Otro prisionero, Haj Ali, describió cómo fue sometido a la repetición constante de la frase Babylon… Babylon… Babylon… de David Gray, hasta sentir que su cabeza iba a explotar.
A este respecto, organizaciones como Amnistía Internacional consideran que la tortura musical es una forma de maltrato inhumano y degradante, prohibida por la ONU y la Corte Europea de Derechos Humanos. Según la experta Sara MacNeice, esta técnica no tiene nada que ver con la música en su sentido tradicional, sino que se trata de un asalto sonoro diseñado para intimidar y quebrar psicológicamente a la víctima.
Consecuencias y legado. Si bien la Operación Causa Justa fue un éxito estratégico para Estados Unidos, la comunidad internacional condenó la violación de la soberanía panameña y la brutalidad del ataque. La invasión dejó entre 500 y 4.000 muertos, según distintas fuentes, y la destrucción de barrios enteros como El Chorrillo.
A nivel político, Washington adoptó la invasión de Panamá como un modelo para futuras intervenciones, influyendo en la doctrina militar utilizada en Irak, Afganistán y la llamada Guerra contra el Terrorismo. Dicho esto, su impacto en la soberanía nacional y el derecho internacional sigue siendo motivo de debate.
Fue el día que se demostró que no hacen falta bombas para doblegar al enemigo, y que incluso la música puede ser un instrumento de guerra.
Imagen | Carlos Varela, NARA, LLs
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La noticia
La última vez que EEUU invadió Panamá lo hizo con una estrategia inesperada: Guns’N’Roses como tortura psicológica
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Xataka
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Miguel Jorge
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