Tú me entregas tu fúsil de asalto, yo te doy una lavadora: el plan de México para desarmar a su población
La escena es cuanto menos chocante. A lo largo de las últimas semanas, en Ciudad de México o más recientemente en localidades de los estados de Hidalgo y Chiapas, se han organizado hileras de personas armadas con revólveres, escopetas, fusiles, cartuchos y balas. No son militares. Ni traficantes. Ni policías. En las colas puede verse a ciudadanos de todo tipo, desde hombres con sus hijos a ancianos, señoras o jóvenes. Todos hacen lo mismo: esperan su turno pacientemente ante una carpa ocupada por militares con sus armas o munición bajo el brazo.
Están allí para hacer un trueque peculiar: cambiar su armas por dinero o electrodomésticos. Y de paso contribuir al último intento de Claudia Sheinbaum por combatir la violencia en México, el programa «Sí al Desarme, Sí a la Paz».
¿Pistolas por tostadoras? Es un trueque peculiar, pero eso mismo es lo que se ha hecho este lunes en Tapachula, una localidad de Chiapas, en la frontera sur de México. Allí, en el Palacio Municipal, se montó un punto de recogida con personal del ejército para los ciudadanos que quisieran entregar sus armas a cambio de una recompensa. ¿Cuál? En este caso electrodomésticos, como informa la agencia EFE.
El primero en participar fue un joven que se deshizo de un revólver del calibre 38. No se sabe qué recibió a cambio, pero en las fotos de la ceremonia se aprecia que en el puesto montado por el Gobierno hay apiladas varias cajas con batidoras o cafeteras. El acto de Tapachula marca el inicio de una campaña de recogida de armas, munición y explosivos que se extenderá hasta el sábado por otras localidades del estado de Chiapas, como Metapa o Mazatán.
¿Y para qué recogen las armas? Para destruirlas. O como mínimo apartarlas de las calles. En el puesto de Tapachula pudo verse de hecho cómo, tras recibir el revólver del calibre 38, el personal del ejército lo inutilizaba en directo. Aunque el objetivo último es más ambicioso: lo que busca Sheinbaum es retirar miles de revólveres, fusiles, balas y explosivos de los hogares (y las calles) de México para combatir los delitos, la violencia y la inseguridad, además de los accidentes.
«Las armas son un símbolo de violencia y muerte. No queremos que ninguna familia tenga un arma en casa», reivindicaba la presidenta mexicana en enero, cuando presentó la campaña, bautizada ‘Sí al Desarme, Sí a la Paz’. La secretaria de Gobernación Rosa Icela iba más allá al hablar de la campaña y dejaba clara su pretensión: «Cada arma recibida es un delito o lesión menos».
Cuestión de recompensas… y anonimato. Para animar a que la gente saque de sus armarios las pistolas, fusiles y cartuchos que puedan tener almacenados, en ocasiones desde hace años y por herencias, el Gobierno mexicano ha jugado dos grandes bazas. Una, el anonimato. Otra, la recompensa, bien en pesos o con electrodomésticos, como se vio esta misma semana en el estado de Chiapas.
Uno de los mensajes clave de la campaña ‘Sí al Desarme, Sí a la Paz’ es que los ciudadanos pueden deshacerse de sus pistolas, balas y explosivos sin tener que dar explicaciones ni miedo a que el canje active una investigación sobre su origen. «La captación de armas dependerá de que la población asista al módulo de canje de manera voluntaria y anónima, sin consecuencias jurídicas por el hecho de poseer armamento», recogen las bases publicadas por el Ejecutivo mexicano.
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Un buen gesto… con recompensa incluida. Aunque el Gobierno insiste en las ventajas que tiene el programa para la población, a quienes participan de forma directa les ha ofrecido otra recompensa más palpable: dinero. Como recoge El País, la Secretaría General de Gobernación ha fijado ciertos montos que se aplican en función de las características del arma, su modelo, calibre o vida útil. Los canjes pueden llegar de hecho a los 26.450 pesos, algo más de 1.200 euros. En el caso de una granada los pagos previstos se mueven entre los 12 y 70 dólares.
En otras ocasiones lo que se ofrece a cambio de las pistolas y fusiles son electrodomésticos. Pudo verse hace unos días en Tapachula, pero también en el Municipio de Progreso de Obregón, en el estado Hildago. La propia Secretaría de Defensa Nacional subía hace poco fotos a su perfil de X en la que se veía cómo un militar repartía cajas con tostadoras o planchas, entre otros aparatos.
La iniciativa también tiene una dimensión pedagógica y aspira a trasladar un mensaje a las nuevas generaciones de mexicanos. Durante la presentación de la campaña en CDMX hubo niños que intercambiaron juguetes «bélicos», como pistolas de plástico, por otros sin esa connotación. «El objetivo (es) que ningún niño o niña tenga un juguete que tenga que ver con la violencia. Sustituimos uno bélico por otro educativo», abogaba a principios de año Sheinbaum.
¿Es una idea nueva? No del todo. Es la primera vez que la estrategia para retirar armas de los hogares y las calles se lanza a escala nacional, pero antes ya se había puesto en marcha en la capital, donde Sheinbaum ejerció durante años como Jefa de Gobierno de CDMX. De hecho en la web oficial de la administración capitalina hay un apartado dedicado al programa ‘Sí al Desarme, Sí a la Paz’ en el que se destaca que desde su inicio, en 2019, se registraron 6.546 armas.
«Busca retirar las armas de la población civil, ya sea que la hayan adquirido de manera legal o ilegal, para disminuir los delitos de alto impacto asociados a las armas de fuego», argumenta el Gobierno de CDMX. Por lo pronto y a la espera de que la campaña siga avanzando, este nuevo empeño parece estar dando también sus frutos. En febrero Icela destacaba que en apenas un mes había servido para recoger 540 armas y el 21 de marzo esa cifra se había disparado hasta superar ya el millar. Eso sin contar 84 grandas, miles de balas y varios cartuchos de dinamita.
Imágenes | Secretaría de Gobierno de la Ciudad de México (X) y Secretaría de la Defensa Nacional (X)
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La noticia
Tú me entregas tu fúsil de asalto, yo te doy una lavadora: el plan de México para desarmar a su población
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Carlos Prego
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