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Un fenómeno que ya ocurrió en Nueva York se está extendiendo por todo Japón: barrios con más chinos que japoneses

Un fenómeno que ya ocurrió en Nueva York se está extendiendo por todo Japón: barrios con más chinos que japoneses

En el mes de febrero hubo alguna pista en varios enclaves de Japón. Es verdad que la nación atraviesa un período turístico como no se recuerda en el país, y que el Año Nuevo Lunar había disparado un poco más el volumen de viajeros, pero de entre las hordas, una bandera sobresalía del resto: China. Y no solo por el número que llega a Japón, sino por el número que se queda, en principio, para siempre.

Una vida sin japonés en Japón. Lo contaba Nikkei el fin de semana. Japón está experimentando una transformación demográfica y cultural notable con la proliferación de nuevos barrios de fuerte presencia china, en los que los migrantes son mayoría y pueden vivir, trabajar y socializar prácticamente sin necesidad de hablar japonés. Uno de los epicentros de este fenómeno es el área al noroeste de Ikebukuro, en Tokio, donde ha surgido una especie de “Nueva Chinatown” que cuenta con supermercados, restaurantes, tiendas de tecnología, farmacias y servicios diseñados especialmente para la comunidad china.

Allí, residentes como Tang, un editor que vive en Tokio desde hace tres años, aseguran que pueden hacer todo desde el móvil con ayuda de compatriotas, sin enfrentar barreras lingüísticas ni burocráticas. Este entorno, que algunos denominan la “zona económica china” dentro de Japón, permite a los migrantes mantener vínculos culturales y sociales sin desconectarse de su origen.

Del centro a los suburbios. El fenómeno no se limita al centro de la capital japonesa. Comunidades como la de Kawaguchi, en la prefectura de Saitama, muestran cómo esta red se ha expandido hacia los suburbios. En el complejo habitacional Kawaguchi Shibazono Danchi, la mitad de las 2.454 unidades están habitadas por familias chinas. El área circundante se ha transformado en un entorno completamente adaptado a las necesidades de esta población: con escuelas infantiles, tiendas, restaurantes y droguerías operadas por chinos, todo rotulado en su idioma.

A este respecto, residentes como Zhang Min y Wang Youkun destacan cómo la creciente presencia de compatriotas ha vuelto innecesario el dominio del japonés, lo que facilita la vida cotidiana y fomenta el arraigo. Incluso antiguos residentes, como Liu Baocai, que comenzaron en estos complejos, están adquiriendo viviendas unifamiliares en la misma ciudad, señal de que muchos migrantes están optando por establecerse de manera permanente en Japón.

Reemplazo demográfico y envejecimiento. Uno de los problemas coyunturales de la nación lo hemos venido contando durante meses: el envejecimiento de la población. Por ello, la reconfiguración social de la que hablamos está siendo especialmente notable en zonas donde la población japonesa ha disminuido debido a ese envejecimiento y la baja natalidad.

En Kawaguchi, escuelas que antes estaban llenas han cerrado, y los residentes japoneses restantes, en su mayoría ancianos, observan cómo sus vecindarios se transforman en comunidades chinas. El caso de Tetsuya Mashimo, un hombre de 86 años que ha vivido en el complejo desde su inauguración en 1978, ilustra esta transición: afirma que su vecindario “se ha convertido por completo en un complejo de viviendas chino”.

Mihama y Warabi: nueva “chinas”. Otras zonas como Mihama, en Chiba, y Warabi, también han visto un notable aumento en su población china, impulsado por la accesibilidad al centro de Tokio y el bajo coste de vida. En Warabi, los chinos representan ya el 8% de la población total, el porcentaje más alto del país. Mihama, con cerca de 5.700 residentes chinos, cuenta con grandes complejos habitacionales como Takasu Daiichi Danchi y Saiwai-cho Danchi, ambos gestionados por la Urban Renaissance Agency (UR), que promueve activamente la llegada de extranjeros con incentivos como la eliminación de garantías, tarifas de renovación o dinero clave.

Fenómeno nacional: China en casi todo Japón. A nivel nacional, el fenómeno se ha extendido de forma abrumadora. Según una investigación de Nikkei, los ciudadanos chinos residen hoy en 1.603 de los 1.741 municipios de Japón, lo que equivale al 92%. Hay 128 municipios donde su número supera los mil habitantes, concentrados principalmente en el área metropolitana de Tokio, pero también en zonas rurales.

En Shimukappu (Hokkaido central), los chinos representan el 5% de los 1.600 residentes, muchos atraídos por el turismo de esquí. En Sarufutsu, al norte de Hokkaido, el 3.4% son técnicos en formación que trabajan en procesamiento de vieiras. Casos similares se registran en Tobishima (Aichi) y Kawakami (Nagano), donde se integran a sectores agrícolas e industriales locales.

Residencia permanente. Es la otra de las patas que explica el fenómeno y que comentamos hace poco. Japón alberga actualmente a unos 840.000 ciudadanos chinos, y destaca el aumento sostenido de aquellos con residencia permanente (ahora, además, se ha flexibilizado): más de 330.000 en 2024, un incremento de 100.000 en solo ocho años.

Este cambio no solo refleja la expansión numérica, sino también una tendencia clara hacia el asentamiento a largo plazo. Las nuevas generaciones están naciendo, creciendo y construyendo su futuro en Japón, consolidando un proceso de integración silencioso, pero profundo.

Transformación demográfica. La proliferación de estas “nuevas Chinatowns” en Japón marca una transición histórica en la composición social del país. En un contexto de envejecimiento acelerado y despoblación rural, la comunidad china no solo llena vacíos poblacionales, sino que construye redes sólidas de apoyo, comercio y cultura que permiten a sus miembros vivir cómodamente sin abandonar su identidad.

Obviamente, esta tendencia también plantea preguntas clave sobre el futuro de la cohesión social en Japón, las políticas de integración, y la redefinición de qué significa pertenecer en una sociedad cada vez más diversa (más, si cabe, una como Japón). Al mismo tiempo, ilustra cómo una comunidad migrante organizada y autosuficiente puede transformar paisajes urbanos y rurales, generando nuevos núcleos de vida en territorios que parecían condenados al declive.

Imagen | Pexels, Wpcpey

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Un fenómeno que ya ocurrió en Nueva York se está extendiendo por todo Japón: barrios con más chinos que japoneses

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Miguel Jorge

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