El accidente de Asturias es el recordatorio de un problema mayor: trabajar la minería sigue siendo mortal en España
Día gris para la minería española. Poco antes de la nueve de la mañana la mina de Cerredo, en el sur de Asturias, registró una explosión que ha dejado cinco fallecidos y cuatro heridos graves. Las primeras hipótesis apuntan al gas grisú, pero más allá del (dramático) balance de víctimas o cuáles han sido las causas concretas de la tragedia, lo ocurrido en Asturias nos recuerda algo: en pleno 2025 la minería sigue soportando uno de los peores datos de mortalidad laboral del país si se tiene en cuenta el tamaño de su plantilla.
La gran pregunta es: ¿Cómo es posible?
¿Qué ha pasado? Que la minería española arranca abril de luto. A primera hora de la mañana la mina de Cerredo, en el concejo de Degaña, al sur de Asturias, registró un accidente que se saldó con cinco muertos y cuatro heridos, dos con quemaduras graves y un tercero con un traumatismo craneoencefálico. Otros dos trabajadores han resultado ilesos. Todos los fallecidos son de la vecina provincia de León y, según los datos que ha ido publicando la Delegación del Gobierno en Asturias, tenían entre 32 y 54 años.
¿Cuál fue la causa? La consejera de Transición Ecológica de Asturias, Belarmina Díaz, ha advertido que «“llevará tiempo averiguar las causas», pero eso no significa que ya se manejen hipótesis. La principal es que la explosión que acabó con la vida de los cinco mineros e hirió a otros cuatro está relacionada con una bolsa de grisú, un gas que se genera en las minas de hulla, está compuesto principalmente por metano (más de un 90%) y se vuelve inflamable al mezclarse con el aire, lo que puede dar lugar a violentas deflagraciones.
«Vamos a esperar a ver qué es lo que ha ocurrido», señalaba esta mañana Belarmina Díaz mientras la policía y personal de la consejería inspeccionaba la zona. La delegada del Gobierno, Adriana Lastra, incluso ha ido más allá al lamentar que «de nuevo» el grisú asesta «un zarpazo». Dos de los empleados que estaban en la zona lograron salir ilesos tras la explosión de una máquina con la que trabajaban a varios metros de profundidad, en el tercer nivel de la mina.
¿Es algo nuevo? Si se confirma que el accidente está relacionado con el grisú, no. En octubre de 2013 un escape del mismo gas a casi 700 metros de profundidad le costó la vida a seis mineros que faenaban en el Pozo Emilio del Valle, en Pola de Gordón, León. En aquella ocasión la bolsa de grisú se abrió sin ninguna explosión, pero el escape fue tan «repentino», según explicó la propia empresa, que los trabajadores no pudieron colocarse las máscaras ni huir.
El grisú estuvo detrás también del que todavía se considera el peor accidente minero de Asturias, el sufrido en Nicolasa en agosto de 1995. En aquella ocasión el gas provocó una violenta explosión que se llevó por delante la vida de 14 personas. Aun más dramática fue la deflagración que azotó una mina del norte de Turquía en octubre de 2022, dejando un saldo de más de 40 muertos y un reguero de heridos. En otras ocasiones las víctimas las causan derrumbes de túneles y atrapamientos, como ya ocurrió en Degaña hace una década.
Actividad |
accidentes totales |
Índice de incidencia (Mortales) |
---|---|---|
Industrias extractivas |
6 |
27,67 |
Transporte y almacenamiento |
138 |
12,60 |
Suministro de energía |
4 |
10,01 |
Agricultura, ganadería, silvicultura y pesca |
69 |
9,73 |
Construcción |
135 |
9,61 |
¿Son habituales los accidentes? Sucesos como el de Cerredo sirven para recordar una triste realidad de la minería española: su alta siniestralidad. No en términos absolutos, pero sí si hablamos de la tasa relativa de mortalidad, que relaciona la incidencia de los siniestros con víctimas fatales y el número de trabajadores. En ese caso las industrias extractivas dejan el peor resultado, muy superior al registrado por otros sectores, como el del transporte, el almacenamiento o el suministro de energía eléctrica.
¿Qué supone eso en datos? El balance de siniestralidad laboral provisional de 2024 publicado por el Ministerio de Trabajo arroja un ejemplo claro. El año pasado las industrias extractivas dejaron un saldo de 1.220 accidentes a lo largo de la jornada laboral que dejaron seis muertos. No son muchos si se comparan con los 41.132 siniestros y 138 fallecidos registrados en el sector del transporte y almacenamiento, pero la foto cambia si se analiza el «índice de incidencia», que tiene en cuenta también el número de empleados.
Al fin y al cabo en 2021 había menos de 30.000 trabajadores en la industria extractiva, frente a más de 700.000 en el transporte y almacenamiento, según el portal Statista. Si se tiene en cuenta ese factor la minería presenta el peor índice de mortalidad, con una incidencia de 27,67 por cada 100.000 empleados. Lejos del 12,6 del transporte. A nivel general solo la construcción supera la incidencia de siniestralidad de las industrias extractivas, aunque en su caso el índice de mortalidad es muy inferior: en 2024 se situó en 9,61.
¿Ha sido siempre así? En general la minería lleva tiempo con un nivel de incidencia de accidentes mortales elevado, aunque el dato pueda oscilar bastante de un ejercicio a otro en función del número de sucesos. Al fin y al cabo que en el sector trabaje mucha menos gente que en el transporte, la construcción o el almacenamiento supone que una desgracia como la ocurrida esta mañana en Asturias altera la curva.
El País ha examinado la serie histórica desde 2006 y la conclusión es clara: si bien la tasa con la que la minería cerró 2024 (27,7) es superior a la de otros sectores queda lejos de las que soportaba el gremio hace años. En 2023 esa incidencia era del 45,4 y en 2013 llegó incluso a 52,19 muertos por cada 100.000 ocupados. El motivo es el accidente registrado en el Pozo Emilio del Valle aquel año, un siniestro que se saldó con media docena de fallecidos.
¿Cuáles son las causas? Una pregunta parecida a esa se hizo hace unos años un grupo de investigadores de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), sobre todo si se tiene en cuenta la caída de actividad en la minería y la aplicación de medidas encaminadas precisamente a prevenir accidentes. Una de las claves que encontraron fue la falta de relevo generacional en el sector extractivo y el envejecimiento de la plantilla. Los cinco fallecidos en la explosión de gas de Degaña eran sin embargo hombres de entre 32 y 54 años.
Belarmina Díaz ha explicado que la empresa a la que pertenecían los fallecidos y heridos disponía de un «permiso de investigación complementario», que implica «labores de reconocimiento». El objetivo estaría relacionado con el posible uso de mineral para la fabricación de grafito.
Imágenes | 112 Asturias (X) y B3tarev3 (Flickr)
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El accidente de Asturias es el recordatorio de un problema mayor: trabajar la minería sigue siendo mortal en España
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por
Carlos Prego
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