China ha presentado su avión X-36 para dominar el aire. Y luego lo ha llevado a una base secreta donde estaba la verdadera sorpresa
La aparición pública del J-36 y posteriormente de un “gemelo”, marca un punto de inflexión en la aviación militar china, situando a Pekín en una carrera directa por la supremacía aérea del siglo XXI. Hasta hace apenas unos años, la ventaja estadounidense en desarrollo de cazas furtivos parecía asegurada. Sin embargo, las nuevas plataformas chinas, mostradas primero en vuelos captados sin censura y ahora visibles en imágenes satelitales en una base secreta cerca de Lop Nur, indican que China no solo ha avanzado en tecnología: ha decidido demostrarlo.
La sexta generación. Se hizo oficial el pasado 31 de octubre de 2025, cuando varios videos compartidos en redes sociales chinas e internacionales mostraron lo que se identificaba como el nuevo avión furtivo J-36 de sexta generación de Pekín volando en formación con un J-20, probablemente el J-20S biplaza, cerca de las instalaciones de la Corporación de Aeronaves de Chengdu.
La divulgación deliberada de imágenes, la integración operativa con cazas J-20S ya en servicio y el despliegue paralelo de dos diseños diferentes de sexta generación sugieren que China no está simplemente probando prototipos aislados, sino construyendo un ecosistema aéreo profundamente interconectado, concebido para coordinar cazas tripulados, plataformas furtivas pesadas y enjambres de drones avanzados en misiones de penetración, supremacía y control del espacio aéreo en teatros altamente defendidos.
Ruptura de diseño. El J-36, la aeronave más visible y comentada, destaca por su configuración sin cola, un rasgo extremadamente difícil de estabilizar sin asistencia algorítmica y computacional avanzada. Su fuselaje amplio, alas de gran cuerda y tomas de aire posicionadas tanto en la parte superior como en los laterales indican una prioridad absoluta: minimizar la señal radar desde cualquier ángulo y operar durante largos periodos dentro de zonas negadas.
Este tipo de diseño, comparado por analistas con un cruce entre cazas furtivos y bombarderos, no está orientado únicamente a combates aire-aire, sino a actuar como nodo táctico en el aire: supervisar sensores distribuidos, coordinar plataformas no tripuladas y proporcionar alcance y persistencia en misiones profundas. La evolución entre el prototipo visto en diciembre de 2024 y el mostrado en 2025 (con modificaciones en toberas, tren de aterrizaje y superficies de control) apunta a una iteración rápida y a un ritmo de pruebas elevado, rasgos característicos de industrias aeronáuticas con ciclos de diseño maduros.

El J-20S cono puente. El empleo del J-20S, la variante biplaza del caza furtivo chino de quinta generación, como escolta y plataforma de supervisión en vuelos mixtos con el J-36, no es un detalle menor. La cabina adicional del J-20S está optimizada para gestionar sensores, enlaces de datos y control de sistemas autónomos, lo que lo convierte en la “pieza humana” que supervisa lo que, en el futuro, será cada vez más automatizado.
Este emparejamiento refleja el concepto operativo estadounidense para su programa NGAD, en el que un caza de muy alto nivel no sustituye a los modelos existentes, sino que los coordina y amplifica. China, de manera similar, parece estar preparando paquetes de ataque mixtos: el J-36 abre camino y establece una burbuja de información, el J-20S protege y dirige, y plataformas no tripuladas ejecutan saturación, engaño o ataque.

Instalación cerca de Lop Nur

Imagen satelital que ofrece una vista general de toda la instalación cerca de Lop Nur, como se ve el 3 de noviembre
El Área 51 china. Y tras el show, el J-36 se guardó en un lugar desconocido hasta hace unas horas. La aparición de otro prototipo junto al J-36 (el más pequeño pero aún pesado denominado como J-XDS) en una base remota cercana al histórico sitio nuclear de Lop Nur reveló algo crucial: China está transfiriendo la fase de pruebas desde instalaciones de fabricante hacia un centro de experimentación avanzado, similar en propósito al Área 51 estadounidense.
La pista de más de 5 kilómetros, nuevas instalaciones de hangares, ampliaciones y proyectos en construcción sugieren un entorno diseñado para pruebas intensivas de sistemas sensibles, operaciones de sigilo y validación de doctrinas. Que ambos modelos estuvieran estacionados al aire libre, sabiendo que serían captados por satélites comerciales, refuerza la interpretación de que Pekín busca mostrar capacidad y dejar a la inteligencia occidental la tarea de llenar vacíos y debatir roles, tamaños, motores, niveles de automatización y misiones reales. La ambigüedad es parte de la estrategia: obligar a Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y Australia a prepararse para varios escenarios simultáneos, lo que dispersa recursos, planificación y presupuestos.
Un ecosistema de combate futuro. La clave no reside únicamente en los aviones tripulados. China está expandiendo rápidamente programas paralelos de drones furtivos autónomos y colaborativos, desde UCAVs navales como el GJ-11/21 para operar desde portaaviones hasta CCAs tipo “loyal wingman” de tamaño similar al de un caza ligero, previstos para acompañar al J-36 como multiplicadores de alcance, sensores y munición.
El objetivo es crear un espectro de sistemas interdependientes, donde el caza de sexta generación actúa como cerebro aéreo, mientras enjambres de drones ejecutan tareas arriesgadas, absorben fuego, abren corredores de acceso y saturan defensas de largo alcance. Esto se ajusta directamente a los escenarios del Pacífico occidental, donde cualquier operación requiere penetrar redes densa y profundamente integradas de vigilancia, radares sobre el horizonte, satélites y misiles navales.
Un desafío para Washington. La presentación y la transferencia de pruebas a una base ultrasecreta subrayan una realidad: China no está construyendo un único avión, sino preparando una arquitectura doctrinal completa para disputar (no sólo equilibrar) la superioridad aérea estadounidense. Para Estados Unidos, Japón y aliados, la preocupación no surge únicamente del avance técnico, sino del calendario.
Washington prevé desplegar sus primeros cazas NGAD hacia 2030, pero Pekín ya está volando prototipos en configuración operativa experimental con acompañamiento de cazas maduros. Si el J-36 o ese gemelo pragmático J-XDS alcanzan antes niveles de disponibilidad y doctrina creíble, el mapa aéreo del Pacífico podría experimentar una transformación profunda.
Lo que durante décadas fue una cuestión, “si China alcanzaría la quinta generación”, ahora se ha convertido en una pregunta distinta y mucho más urgente: cómo demonios será combate aéreo en la próxima década.
Imagen | Planet Labs, Chinese Social Media
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China ha presentado su avión X-36 para dominar el aire. Y luego lo ha llevado a una base secreta donde estaba la verdadera sorpresa
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Miguel Jorge
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