En 1759 unos piratas compraron una isla de EEUU. Desde entonces hablan una versión tan inglesa del inglés que nadie los entiende
Las lenguas (y sus dialectos) son posiblemente una de las grandes maravillas de nuestra civilización. Ahí están, por ejemplo, esos latinos del sur de Florida que llevan años mezclando el inglés y el español creando un nuevo lenguaje. No muy lejos de allí, pero unos siglos antes, unos piratas llegaron para instaurar lo nunca visto en Estados Unidos: el inglés isabelino. Siglos después siguen sin entenderlos.
La lengua de Ocracoke. La historia la contaba hace poco la BBC. En la remota isla de Ocracoke, Carolina del Norte, sobrevive un dialecto único en Estados Unidos: el Hoi Toider, una mezcla de inglés isabelino, acentos irlandeses y escoceses del siglo XVIII, y el argot de los piratas que invadieron la isla hace varios siglos. Se trata de la única variante del inglés en Estados Unidos que no es identificada como estadounidense, una reliquia lingüística que se ha mantenido gracias al aislamiento geográfico de la isla y a su historia singular.
Los piratas. Ocracoke, una isla de 24,9 km cuadrados, fue durante siglos un refugio de piratas, marineros ingleses y nativos americanos Woccon, quienes interactuaron y crearon una comunidad con su propio acervo cultural y lingüístico. Uno de los personajes más emblemáticos fue William Howard, ex-pirata y antiguo tripulante del barco de Barbanegra, quien, tras recibir un indulto real, compró la isla en 1759 y ayudó a establecer una sociedad que, en casi total aislamiento, preservó su propio dialecto.
El aislamiento de la isla no solo influyó en el lenguaje, sino también en la forma de vida. Hasta 1938, el enclave no tuvo electricidad, y el servicio de ferry no comenzó hasta 1957. Esto permitió que la comunidad se mantuviera en gran parte ajena a los cambios del mundo exterior, preservando su modo de vida tradicional, su cultura y su dialecto.
Una lengua en peligro. La historia recuerda al caso del erromintxela en España. El dialecto de Ocracoke, el Hoi Toider, es fácilmente reconocible por su fonética característica. Por ejemplo, el sonido «I» se pronuncia como «oi», lo que transforma «high tide» en «hoi toide», origen del nombre del dialecto. Además, el vocabulario incluye palabras y frases heredadas de los primeros colonos británicos e irlandeses, como «mommuck» (molestar), «quamish» (mareado) y «pizer» (porche).
Plus: muchos términos fueron traídos desde Europa, pero otros surgieron dentro de la isla, como «meehonkey», un juego de escondite inspirado en el sonido de los gansos al volar. También existe «dingbatter», un término que los locales usan para referirse a los forasteros. ¿El problema? Que la llegada de la televisión, internet y el turismo aceleraron esa posible desaparición del Hoi Toider. Según el lingüista Dr. Walt Wolfram, menos de la mitad de los 676 habitantes actuales de la isla hablan con el acento tradicional, y dentro de una o dos generaciones podría desaparecer por completo.
Vivir de espaldas a todo. Más allá del idioma, la comunidad de Ocracoke sigue conservando un modo de vida único y autosuficiente. En la isla no hay grandes supermercados ni cadenas comerciales, por lo que los residentes dependen de pequeñas tiendas locales, mercados artesanales y pesca. En lugar de cines, hay grupos de teatro al aire libre, y muchos isleños aún trabajan como pescadores, carpinteros y dueños de pequeñas cervecerías.
El escenario es tan pintoresco que una de las tradiciones culinarias más emblemáticas es el fig cake, creado en 1964 cuando una habitante sustituyó los dátiles de un pastel por higos en conserva. Hoy, el pastel es parte de la identidad local, y cada agosto se celebra el Festival del Higo, con concursos de repostería, bailes y juegos tradicionales como meehonkey.
El quid: cambiar o no. Por supuesto, Ocracoke sigue atrayendo nuevos residentes y turistas, lo que ha generado un debate sobre el futuro de su identidad cultural. Algunos temen que la llegada de forasteros diluya las costumbres locales, mientras que otros ven el crecimiento como una evolución natural, similar a la diversidad que los primeros colonos llevaron a la isla.
Sea como fuere, lo que sí parece claro es que la comunidad de Ocracoke sigue siendo un ejemplo, cada vez más raro, de solidaridad y tradición. Por extraño que parezca, la gente se ayuda mutuamente y, aunque el dialecto pueda desaparecer, el espíritu de la isla permanece intacto. «Las palabras pueden cambiar, pero el significado detrás de ellas seguirá siendo el mismo», aseguran los isleños.
Mientras tanto (y dure), ellos seguirán hablando un inglés tan ingles que el resto del país no los entiende.
Imagen | Nicolaas Baur, bobistraveling
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La noticia
En 1759 unos piratas compraron una isla de EEUU. Desde entonces hablan una versión tan inglesa del inglés que nadie los entiende
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por
Miguel Jorge
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