‘Tardes de soledad’ es la película más contundente de Albert Serra. Lamentablemente, es lo más asqueroso que he visto en décadas

'Tardes de soledad' es la película más contundente de Albert Serra. Lamentablemente, es lo más asqueroso que he visto en décadas

Ha ganado la última Concha de Oro en San Sebastián. Los críticos se han rendido a los pies de Albert Serra, encumbrándole como la voz más necesaria para el cine español. Se han leído palabras en prensa como «imprescindible», «majestuoso» e incluso se ha incitado a dejar fuera nuestros prejuicios personales para disfrutar de ‘Tardes de soledad’, su documental sobre el toreo que, según parece, es una obra maestra sin ningún tipo de arista ni de fallo. Digo «según parece» porque, en lo personal, me ha parecido todo lo contrario: una película desagradable, añeja,  salvaje y que llega a provocar la arcada. El debate está abierto.

Rojo, sangre, un color muy nacional

El documental de Albert Serra, autonombrado enfant terrible del cine español, se puede tratar de defender con muchas palabras grandilocuentes y rimbombantes. Y es cierto que técnicamente, sin fijarnos en lo que cuenta, es poderoso y contundente: la utilización del fuera de campo, dejando tan solo en el plano a toro y torero y resaltando la dualidad entre ambos, el uso del sonido que enfatiza la realidad mediante la edición, la estupenda fotografía que muestra la disciplina como nunca antes se había hecho… Sí. Todo esto es verdad. Y si puedes abstraerte lo suficiente como para disfrutar ante la matanza de decenas de toros, uno tras otro, de la manera más cruel posible, es posible que llegues a gozar.

Yo reconozco que no he sido capaz. También es cierto que me he opuesto a la tauromaquia desde bien pequeño, incapaz de comprender qué había de arte en la sangre, el sufrimiento, las banderillas, las cornadas y la espada final que otros han revestido de arte y maestría. Serra, que no quiere posicionarse al respecto (porque, bajo la capa de supuesta objetividad, se adivina también un tinte cobarde), se deleita en el sufrimiento y la agonía de los toros muriendo, sacando la lengua buscando el último aliento, con el lomo ensangrentado, atados a los caballos que van a sacarles arrastrados de la plaza mientras aún respiran.

Reconozco que me dieron náuseas durante las dos horas de proyección. Una, y otra vez. Otro toro. Otra muerte. Más sangre, más animales tratando de respirar y aferrarse a la vida. Más crueldad animal coronada por un «Ole tus huevos, maestro». Más olor a una España en declive, a un maltrato innecesario, a sangre fresca, a sudor, a Farias y pasodoble. Me hubiera encantado ver lo que el resto de la crítica parece haber visto en este extravagante monumento al sadismo disfrazado de documental de arte y ensayo. No puedo hacerlo… y Serra también cuenta con ello.

La oreja, presidente, los pañuelos al viento

Obviamente, si te gustan las corridas de toros o te son indiferentes, ‘Tardes de Soledad’ es una película con la que puedes disfrutar. Y yo habría podido hacerlo si, en lugar de centrarse en la muerte y la agonía, lo hubiera hecho en la parafernalia, los trajes de luces, el público avejentado pero enfervorecido. Pero, en un intento de tratar de romper con lo «políticamente correcto», el director ha buceado en una especie de ‘Tendido cero’ estilizado que nos recuerda que en España podemos ir de modernos, pero hasta la modernidad tiene tintes rancios.

Hay quien verá belleza en el enfrentamiento entre hombre y animal, el ritual del traje de luces, la dualidad de la llegada a la plaza, la sangre en el traje, la bravura, el humor de la cuadrilla, el sufrimiento del final, los ojos vidriosos, el aplauso de la grada, la exagerada cara del torero haciendo una performance para los suyos o los viajes en furgoneta comentando los lances de la corrida. Me encantaría decir que estoy en ese grupo, pero solo puedo ver ridiculez, falsedad, el absurdo de una disciplina en claro desarraigo en la sociedad. La aparente objetividad de Serra, eso sí, hace la magia: cada cual verá una cosa en la pantalla, dejándose llevar por sus opiniones personales sobre el tema. Y es fascinante de leer a posteriori, pero no tanto de ver en una pantalla.

Lo más interesante de ‘Tardes de soledad’ son las reacciones que plantea. Leía hace poco una crítica en la que se defendía que debíamos deshacernos de nuestras opiniones al respecto porque sería una pena que nos impidieran disfrutarla. Y me encantaría saber qué antitaurino o animalista es capaz de ver una película como esta y deshacerse de sus convicciones a cambio de dos horas de fanfarria, capotes y «ole maestro». Es imposible deshacerte de tus ideales cuando son férreos, y Serra juega a ello, buscando conscientemente el enfrentamiento y la polémica. Personalmente, me hubiera encantado que lo hubiese hecho sin necesidad de ver decenas de toros ensangrentados y muriendo delante de nuestros ojos.

Aunque algunos crean que puedes disociar viendo ‘Tardes de soledad’, no os voy a engañar: vuestra posición al respecto del toreo es vital para disfrutar o no de la propuesta. Unos creen que es arte, otros opinamos que es una barbarie, y a ninguno de los dos dejará indiferentes: los primeros, fascinados con la lucha ancestral entre humano y animal mostrada con más naturalidad y belleza que nunca; los segundos, asqueados por tener que enfrentarse de cara a la matanza y la agonía entendida como fiesta. Siempre ha habido dos Españas. Con ‘Tardes de soledad’, ignorarlo para listar sus aparentes méritos artísticos y hacer ver que la temática es inocua, es dar la espalda a la vida real. Tú decides.

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‘Tardes de soledad’ es la película más contundente de Albert Serra. Lamentablemente, es lo más asqueroso que he visto en décadas

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Randy Meeks

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– ¡Hola! Soy Nicolás Jiménez Silva, un apasionado por el mundo digital, el cine, el streaming, la tecnología y la ciencia. En este blog, exploro mis intereses, comparto mis opiniones y descubrimientos, y me sumerjo en las últimas tendencias. ¡Espero que disfrutes de la lectura!

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